El informe "La migración circular de las temporeras marroquíes en España. Impacto sobre el desarrollo" -elaborado por la investigadora de la Universidad de Tánger Chaida Arab con el apoyo de la Fundación marroquí Oriente Occidente y la fundación catalana CIREM-, expone la cara y la cruz de la recogida de la fresa en la provincia de Huelva.
Entre los puntos positivos, la gran mayoría de trabajadoras avanzan económicamente, y un 96 por ciento de las 65 mujeres encuestadas están satisfechas con el salario que perciben (35 euros por jornadas de siete horas), diez veces superior al que podrían obtener en Marruecos.
En este sentido, Arab constató que la "migración circular", como se conoce a los procesos en que la fuerza de trabajo acaba regresando a su país de origen, opera como una suerte de "ascensor social" para la mayoría de jornaleras en Huelva.
Además, nueve de cada diez de las marroquíes contratadas se sienten más seguras de sí mismas, el 54 por ciento afirman tomar decisiones por sí solas, y un 52 por ciento reconocen volver de su estancia en Huelva con nuevas perspectivas.
El estudio se elaboró a través de entrevistas y cuestionarios a 65 mujeres del país magrebí que participaron en la colecta de esta fruta en el municipio onubense de Cartaya.
La mayoría trabajan y viven en un ambiente de solidaridad en el que se crean entre ellas lazos de amistad, pero estos vínculos se empañan por las tensiones surgidas de la convivencia en los espacios en que están alojadas.
En el capítulo negativo, el estudio expone también las duras condiciones que deben afrontar las mujeres, que en su mayoría dejan a hijos pequeños y a su familia en Marruecos, lo que les causa un impacto psicológico.
Las temporeras provienen de todo Marruecos, suelen ser de extractos sociales pobres, y a menudo analfabetas; en un 60 por ciento tienen entre 30 y 40 años, en un 50 por ciento están casadas, y el otro 50 por ciento son viudas o están divorciadas.
Tener fuertes vínculos familiares y de arraigo es uno de los requisitos que la agencia marroquí de empleo (Anapec), encargada de la selección de las trabajadoras, exige a las candidatas para garantizar su retorno, de acuerdo con las autoridades españolas y la UE, que desde 2004 ha destinado 1,5 millones de euros a este programa.
Así, el 89 por ciento de las seleccionadas dejan atrás en Marruecos a más de dos hijos menores de 18 años, y la mitad, a más de cuatro niños.
El estudio denuncia el fuerte impacto psicológico que causa en estas trabajadoras tener que separarse durante varios meses de sus familias, y subraya que la formación debería ser un capítulo para mejorar sus condiciones laborales, pues las jornaleras firman un contrato redactado en castellano, que no pueden comprender.
Además, el alojamiento que se les facilita a menudo se encuentra a varios kilómetros de la localidad más cercana, y no se les proporciona el transporte debido, por lo que las trabajadoras deben cubrir el trayecto andando o costearse ellas mismas el desplazamiento en coches.
Arab afirmó además que hay mujeres que sienten que se las usa como "diarios, que se leen una vez, y luego se tiran" y no entienden que llegue un momento en que el sistema ya no recurra a ellas, como pasó en 2010, cuando fueron empleadas un 50 por ciento menos de jornaleras que en 2009.
El informe recomienda que las trabajadoras tengan libertad de circulación durante su estancia en España (algo que reclaman el 99 por ciento de ellas), que se las forme para que conozcan sus derechos sindicales y que se les enseñe el castellano para que puedan entender qué firman.
En mayo de este año, varios eurodiputados, socialistas y verdes, denunciaron en la Eurocámara las malas condiciones en que trabajan los temporeros en la recogida de la fresa en Huelva, y especialmente las de los inmigrantes norteafricanos.