Marruecos refuerza su preparación ante desastres y emergencias con la creación de plataformas estratégicas de reservas esenciales. Este ambicioso proyecto, impulsado por la monarquía, se desplegará en las 12 regiones del país y cuenta con un presupuesto de 7 mil millones de dirhams. Su objetivo es claro: brindar rescate, alivio y asistencia a las comunidades afectadas por desastres naturales.
Ante tragedias como el devastador terremoto de Al Haouz en septiembre de 2023, que dejó miles de muertos y a muchas personas sin hogar, esta iniciativa se alinea con la tradición marroquí de gestión de crisis.
A lo largo de los años, Marruecos ha enfrentado diversas catástrofes naturales, desde inundaciones y sequías hasta hambrunas y epidemias. En cada ocasión, la respuesta ha sido una combinación de estrategias innovadoras, instituciones dedicadas y un fuerte sentido de solidaridad comunitaria.
En este artículo, Yabiladi analiza cómo Marruecos ha manejado históricamente los imprevistos y sus estrategias de gestión de crisis.
Los Igoudar: fortalezas de almacenamiento
La seguridad alimentaria ha sido una preocupación ancestral en Marruecos, y los Igoudar, plural de Agadir, son un testimonio de ello. Estas estructuras de almacenamiento colectivo, construidas por tribus del Anti-Atlas y el Alto Atlas, han sido fundamentales para enfrentar épocas de escasez.
Consideradas los primeros bancos del mundo, estas fortalezas estratégicamente ubicadas en alturas están construidas con gruesos muros de piedra o tierra apisonada. A la distancia, parecen castillos con torres, entradas estrechas y sistemas de cierre complejos. En su interior, se encuentran pisos y pequeñas cámaras que resguardan granos, joyas y documentos importantes, conocidos como Arraten.
El etnógrafo francés Jacques Meunier estudió los Igoudar y destacó su papel en mitigar la producción insuficiente y la incertidumbre de las cosechas, especialmente en regiones como Souss. «La lejanía de los mercados y la dificultad de transporte hacían imposible un reabastecimiento rápido y regular», subrayó Meunier, resaltando los desafíos geográficos de la región.
Una de las maravillas de los Igoudar es su ingenioso sistema de almacenamiento, crucial para la conservación a largo plazo durante malas cosechas y hambrunas. «Una ventilación activa prevenía el sobrecalentamiento del grano», permitiendo que algunos Igoudar conservaran el grano durante veinticinco a treinta años.
Además, los Igoudar fomentaban la solidaridad en tiempos de crisis. El depósito de granos requería contribuciones obligatorias, que luego se redistribuían tras las cosechas para asegurar que nadie en la tribu careciera de alimentos, ilustrando la solidaridad e ingenio frente a la adversidad.
Zawiyas: refugios ricos y poderosos
¿Qué hacer cuando la crisis persiste y el hambre se instala, agotando las reservas? La emigración ha sido una respuesta histórica en Marruecos ante desastres, enfermedades o hambre. Muchos buscaban refugio en otras regiones o tribus menos afectadas, y algunos encontraron amparo en las zawiyas, mausoleos sufíes que ganaron prominencia en el siglo XV.
Estas instituciones, sostenidas por donaciones, ofrecían protección no solo contra el Makhzen, sino también contra el hambre y otras penurias. El etnógrafo marroquí Mohamed Maarouf escribe en A Multidisciplinary Approach to Moroccan Magical Beliefs and Practices que las zawiyas ofrecían refugio a campesinos desposeídos, a cambio de tierras, comida y protección de por vida. Además, proporcionaban caridad a los pobres, internos, sirvientes y esclavos.
Las zawiyas mantuvieron un poder significativo desde la dinastía meriní en el siglo XIII hasta la alauí en el siglo XVII, especialmente en tiempos de hambruna y epidemias.
Préstamos, caridad y otras soluciones
En tiempos de escasez, sequía y hambruna, los sultanes marroquíes prestaban dinero a las tribus para reactivar sus cultivos. En su libro sobre la historia de las hambrunas y epidemias en Marruecos en los siglos XVIII y XIX, el historiador marroquí Mohamed Amine el Bezzaz describe cómo el sultán prestó dinero a la tribu de los Beni Ahsan cerca de Rabat durante la difícil temporada agrícola de 1780-1781.
Cuando el sultán o el Makhzen no podían proporcionar préstamos, la población se beneficiaba de los waqfs. El Bezzaz señala: «Aquellos que ahorraban y almacenaban provisiones eran, por supuesto, los ricos. En cuanto a los pobres, no tenían nada que ahorrar. Sin embargo, se beneficiaban de actos de caridad y benevolencia pública.»
«Ninguna ciudad marroquí estaba sin familias que dedicaran parte de sus bienes a la ayuda social, conocida como awqaf (dotaciones), que se asignaban específicamente, por ejemplo, a la distribución semanal de pan — una de las formas más comunes de caridad.»
Documentos legales y archivos notariales de Tetuán del siglo XVIII dan testimonio de estas iniciativas caritativas, como el caso de una mujer que legó un tercio de su patrimonio para financiar la compra de pan para los necesitados, creando el famoso «waqf del pan».
Otras estrategias para enfrentar la escasez incluían infraestructuras como los sistemas de matmoura para almacenar grano en fosas y reservorios como el sahrij de agua construido por Moulay Ismail en Mequinez, destinados a asegurar el suministro de alimentos y agua en tiempos difíciles.