La idea de transformar el Sahara en un mar ha sido un sueño audaz que ha capturado la imaginación de visionarios durante casi 150 años. En 1878, el geógrafo francés François Élie Roudaire, respaldado por Ferdinand de Lesseps, el promotor del canal de Suez, concibió un plan para inundar los chotts (lagos salados) de Argelia y Túnez mediante la excavación de un canal desde el golfo de Gabés. Su objetivo era alterar el clima de la región y hacerla más fértil. Sin embargo, errores topográficos y costos exorbitantes pronto sepultaron la idea, como explica el historiador Jorge Álvarez en un extenso artículo en LBV.
Años antes, el ingeniero escocés Donald Mackenzie había visualizado un proyecto aún más grandioso: abrir un canal desde el Atlántico hasta el Sahara, partiendo del sur de Marruecos, cerca del cabo Juby en la región de Tarfaya. Según Mackenzie, la región de El Djouf, hoy en Mauritania, se encontraba por debajo del nivel del mar y podría ser inundada naturalmente. Este nuevo mar, en su visión, podría extenderse hasta el río Níger, alterando rutas comerciales y fomentando la agricultura.
No obstante, Mackenzie, que nunca visitó la región, basó su proyecto en datos incorrectos. En realidad, la zona que pretendía inundar se encuentra a 320 metros sobre el nivel del mar. Su plan se desmoronó ante las incoherencias científicas y las tensiones coloniales, ya que Francia y España no veían con buenos ojos una posible influencia británica en la región.
Canal artificial en pleno desierto / Imagen generada por Grok
Cuando el mar quiso invadir el desierto
La idea de crear un mar en el Sahara nunca ha desaparecido del todo. En la década de 1930, ingenieros alemanes y estadounidenses reavivaron proyectos similares en Túnez, inspirados por el enigmático lago Tritonis mencionado por autores antiguos. En los años 50, la recién independizada Túnez fundó ARTEMIS, una asociación dedicada a estudiar la viabilidad de un canal sahariano.
Egipto también intentó un proyecto similar con la depresión de Qattara, al oeste del delta del Nilo. En los años 60, Estados Unidos incluso propuso utilizar explosiones nucleares para excavar un canal que condujera a un lago artificial, antes de abandonar la idea por razones ambientales y diplomáticas.
En los años 80, un estudio sueco encargado por Túnez concluyó que el impacto climático sería mínimo y que la evaporación haría que el agua fuera demasiado salada para ser útil. La inversión, estimada entre 11 y 86 mil millones de dólares, no parecía justificable.
Un proyecto enterrado... pero ¿hasta cuándo?
En 2018, una nueva iniciativa llamada «Cooperation Road» volvió a poner el tema sobre la mesa. La propuesta: inundar el Chott el Djerid en Túnez para crear un mar artificial que fomentara la acuicultura, el turismo y la agricultura. Sin embargo, como sus predecesores, este proyecto enfrenta las realidades económicas y ambientales.
En cuanto a un canal desde Marruecos, hoy parece más un relato de ciencia ficción que una posibilidad real. Sin embargo, mientras el cambio climático y la desertificación amenazan la región, las utopías del pasado podrían inspirar las soluciones del futuro. Aunque un canal faraónico hacia el Sahara sigue siendo un sueño lejano, Marruecos ya ha comenzado las primeras fases de su ambicioso proyecto de autopistas de agua entre las cuencas hidráulicas del Sebou y del Bouregreg. A largo plazo, este gigantesco proyecto podría transferir 860 millones de m³ de agua al año desde Rabat hasta Marrakech.