Francia, conocida como la cuna de la Declaración de los Derechos del Hombre, se proyecta como un modelo de universalidad, pero paradójicamente excluye a una parte de sus ciudadanas. Su insistencia en prohibir el uso del velo en el deporte revela una aplicación selectiva de sus principios humanistas. Bajo el manto de la neutralidad y la igualdad, el Estado en realidad defiende una visión restrictiva de la laicidad, lo que resulta en una discriminación manifiesta.
Esta política ha sido objeto de críticas internacionales significativas durante años. En octubre de 2024, expertos de la ONU calificaron la prohibición del velo en el deporte como «discriminatoria» y contraria a las libertades fundamentales, señalando que Francia no ha justificado estas restricciones con argumentos legales claros. A pesar de estas advertencias, el gobierno persiste e institucionaliza gradualmente esta exclusión.
Las federaciones deportivas han seguido este ejemplo. La Federación Francesa de Fútbol (FFF) y la Federación Francesa de Rugby ya han prohibido el velo en sus competiciones. En enero pasado, la FFR prohibió los signos religiosos visibles, impidiendo así que las jugadoras con velo del Saint-Denis Rugby 93 continúen practicando su deporte. Esta decisión se alinea con la ley de 2021, que permite a las federaciones imponer una estricta neutralidad religiosa.
La ofensiva no se detiene ahí. En febrero de 2025, el Senado examinó una propuesta de ley que busca prohibir explícitamente cualquier símbolo religioso en el deporte. Oficialmente, se trata de aclarar una «ambigüedad legal». Extraoficialmente, el objetivo es claro: cerrar definitivamente el acceso de las deportistas con velo a las competiciones de alto nivel, invisibilizándolas.
Una cacofonía gubernamental
Esta escalada ideológica divide incluso al interior del gobierno. Marie Barsacq, ministra delegada de Deportes, expresó públicamente su oposición a esta prohibición generalizada. «No hay que excluir a las mujeres del deporte», declaró, afirmando que el deporte debe ser un espacio de libertad y emancipación. Recibió el apoyo de la ministra de Educación Nacional, Élisabeth Borne. Sin embargo, ambas enfrentaron críticas de Gérald Darmanin, ministro de Justicia, y Bruno Retailleau, ministro del Interior, quienes son fervientes defensores de una prohibición total en nombre de una interpretación estricta de la laicidad.
Sí, deseo que todos los signos religiosos, incluido el uso del velo, sean definitivamente prohibidos en las competiciones deportivas. pic.twitter.com/KVWak8d936
— Bruno Retailleau (@BrunoRetailleau) 19 de marzo de 2025
Esta cacofonía gubernamental pone de relieve el estancamiento ideológico en el que se encuentra Francia. ¿Debe defenderse una laicidad inclusiva, que permita a todas las mujeres practicar deporte, o una laicidad coercitiva, que excluya en nombre de una visión dogmática? Actualmente, domina la segunda opción, en detrimento de los principios de libertad, igualdad y fraternidad que Francia pretende encarnar.
El Estado en el banquillo
Tras el velo, la cuestión de la pausa para los futbolistas que ayunan se ha convertido en un nuevo asunto de Estado. Cada año, la polémica regresa: ¿debería permitirse a los jugadores musulmanes interrumpir brevemente el juego para hidratarse después del ocaso durante el Ramadán? En Francia, se ha optado por esquivar la tolerancia.
La Federación Francesa de Fútbol (FFF) ya decidió en 2023 rechazar estas pausas de juego, a diferencia de otras ligas europeas como la Premier League inglesa o la Bundesliga alemana, más pragmáticas en este tema. Pero lo que podría haber sido una decisión puramente deportiva se ha transformado en un asunto político, ilustrando una obsesión muy francesa: regular hasta el más mínimo detalle de la práctica deportiva, incluso a costa de crear problemas donde no los había.
Este celo regulador se vuelve aún más absurdo al dirigirse específicamente a ciertas prácticas religiosas. Los futbolistas profesionales, acompañados de equipos médicos, gestionan su alimentación e hidratación según sus necesidades fisiológicas. Entonces, ¿por qué prohibir una pausa que no perturba en absoluto el juego y que es aceptada en otros lugares de Europa? Este debate artificial oculta una realidad inquietante: una voluntad de controlar los cuerpos, donde el Estado busca dictar incluso cómo un atleta debe alimentarse o vestirse.
Las contradicciones francesas
A fuerza de legislar sobre todo, Francia se encuentra atrapada en sus propias contradicciones. ¿Debe prohibirse toda adaptación en nombre de la neutralidad, o reconocer que el deporte puede ajustarse a las prácticas culturales y religiosas sin renunciar a sus valores?
Algunas voces, aún demasiado pocas en el panorama político francés, abogan por un enfoque más pragmático: regresar a la esencia misma de la laicidad, aquella que garantiza a cada uno la libertad de conciencia, sin discriminación. En otras palabras, es hora de que Francia deje de estigmatizar a una parte de su población bajo el pretexto de neutralidad y se reconcilie con sus propios principios de libertad, igualdad y fraternidad.