En el corazón del Alto Atlas, no lejos del vibrante Asni, se encuentra el pueblo de Ouirgane, un lugar que ha sabido resistir y prosperar. Este enclave ha sido enriquecido a lo largo de los años por fuertes lazos comunitarios, forjados tanto en la convivencia como en las adversidades. Desde finales del siglo XX, Ouirgane se ha transformado en un refugio de casas de huéspedes en la montaña. Aquí es donde el escritor y periodista Jaouad Mdidech ha situado su nueva obra, «Escapadas en el Alto Atlas» (ed. Le Fennec, 2025).
Mdidech gestionó una kasbah en Ouirgane entre 2019 y 2023, una experiencia que inspiró su libro, combinando su faceta de periodista y escritor, ambos testigos y partícipes de su entorno. Con una sólida trayectoria como reportero y autor de dos libros sobre su encarcelamiento político de 1975 a 1989, Mdidech nutre sus relatos de vivencias personales.
Con un gusto por la narrativa de viajes, como demostró en «Rostros y paisajes en el corazón de Marruecos» (L'Harmattan, 2017), el autor responde ahora a una necesidad urgente de reconectar con la simplicidad de la vida. Todo comienza con un llamado de la naturaleza: escapar de lo conocido, de manera impulsiva. Ciudadano de siempre, descubre su amor por la naturaleza durante un reportaje sobre la mezquita de Tinmel, convencido de que este paisaje pintoresco le permitirá recargar energías.
Alejado de su Casablanca natal, imagina continuar su introspección iniciada hace décadas, buscando nuevas fuentes de inspiración para sus manuscritos, enriquecidos con sus reflexiones a largo plazo.
Historias de vida a lo largo del camino
En «Escapadas en el Alto Atlas», Mdidech nos ofrece un relato personal donde los lugares, los habitantes, los habituales y los visitantes de Ouirgane se convierten en personajes entrañables, dignos de una novela que se disfruta sin prisas. Sin embargo, los destinos truncados y las historias de éxito inesperado nos recuerdan que no es ficción, sino una narración impregnada de empatía, que desenreda el hilo de varias vidas entre sus cohabitantes, sin caer en el voyeurismo, pero con una escritura casi novelada.
Lejos de ser un relato fragmentado, la obra ofrece reflexiones del autor, derivadas de las situaciones narradas, amistades forjadas a lo largo de los años y pruebas compartidas. Esta secuencia se enriquece con numerosas referencias filosóficas, literarias y políticas que Mdidech aprecia, ancladas en la historia o incluso en la actualidad. Este es otro punto fuerte y ventaja de este libro, que ofrece una lectura rica, consistente y fluida, en perfecto equilibrio con la naturaleza de Ouirgane que el escritor tanto valora.
Con un guiño a sus colegas de profesión, el autor también ilustra su discurso con representaciones locales y entre los lugareños, como Kenza y Benoît, Zahra, Momo, Mouh, los Aït Bébouille, cuyas vidas cotidianas y soñadas describe con un humor benevolente y una empatía que rinde homenaje a las personas.