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Pascal Blanchard: «Hoy en día se inventan países de expulsión, de destino y de espera»

La cuestión migratoria, durante mucho tiempo considerada desde los países de llegada, está evolucionando hoy hacia una profunda reconfiguración de los roles. Entre los países de origen, los países de tránsito y los países de acogida, Marruecos se está convirtiendo en un actor central. Con motivo del Día Mundial de los Refugiados y la 12ª edición del Foro de Derechos Humanos, organizado en el marco de la 26ª edición del Festival Gnaoua y Músicas del Mundo, en Essaouira, Yabiladi tuvo una entrevista con Pascal Blanchard, especialista en el Imperio colonial francés, los estudios postcoloniales y la historia de la inmigración.

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Pascal Blanchard en el Foro de Derechos Humanos del Festival Gnaoua / Ph. Yabiladi
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¿Cómo evalúa la evolución de la política migratoria en África, especialmente en Marruecos? ¿Siguen los países africanos bajo la influencia europea o afirman más su propia visión?

Es una cuestión compleja. En términos sencillos, las políticas migratorias se han diseñado tradicionalmente desde la perspectiva de los países de destino, principalmente en Occidente. Estas políticas solían centrarse en restringir, organizar o gestionar los flujos migratorios. Sin embargo, el panorama ha cambiado. Ya no vivimos en tiempos de imperios; ahora se integran los países de origen y tránsito en las estrategias migratorias. No solo se colabora con los países de origen inmediato, sino también con los de la periferia.

¿Qué papel juega esta periferia? Permite anticipar las salidas, controlar las llegadas o «almacenar» a los migrantes. La migración se ha convertido en un asunto diplomático. Se ha explorado el vínculo entre migración y desarrollo, y se ha comenzado a pensar en términos de grandes regiones geográficas. Se ha reconocido que las migraciones no son lineales: las personas no se trasladan simplemente de un punto A a un punto B, sino que a menudo pasan por varios países. Las migraciones «sur-sur» a menudo preceden a las «sur-norte». Esto ha colocado a países como Marruecos, que antes no estaban en el centro de las políticas migratorias, en una posición destacada. Lo mismo ocurre en el sudeste asiático, en las fronteras de China, o entre Papúa y Australia.

El mundo está cambiando. Hoy podríamos categorizar las migraciones en tres grupos: países de llegada, países de salida y países intercesores. Es un enfoque novedoso, pero representa el futuro. Marruecos se sitúa entre dos mundos: sigue siendo un país de salida, pero también se está convirtiendo en un país de llegada, aunque pocos lo perciben. Además, es un país de tránsito, un intermediario entre el Norte y el Sur.

¿La migración se está convirtiendo en un tema político por derecho propio?

Ya es un tema político. Estamos viendo una mercantilización en la gestión de los flujos migratorios. Existe una relación entre países ricos y pobres, que genera una potencial fuente de ingresos. Tome el ejemplo de Libia, o el acuerdo entre Turquía y la Unión Europea. Es un fenómeno de gran magnitud. Lo mismo ocurre entre Túnez e Italia, o con el proyecto británico de enviar migrantes a Ruanda. ¡Se llegó a hablar de más de 110,000 euros por migrante!

Así que sí, hay una economía del migrante. Antes existía de manera informal con los traficantes en el Sahara, el Mediterráneo o el Canal de la Mancha. Pero hoy, esta economía está institucionalizada. Los Estados y las grandes organizaciones internacionales la están adoptando. Y esto no ha terminado, porque el modelo de campamentos en la periferia se está imponiendo. Se ha probado con los rohingyas y los refugiados sirios. Mañana será para los migrantes climáticos. Se pagará a los países del Sur para acoger a millones de personas. Será la gestión deslocalizada de los migrantes.

Y este modelo no está reservado solo para los países pobres. Existe una lógica: sí, un migrante cuesta, pero también genera ingresos. Es duro decirlo, pero es la realidad. Preferimos que esto ocurra lejos. Y este no es solo un reflejo europeo; los marroquíes también prefieren que no suceda en su país.

Frente a estas transformaciones, ¿hacia dónde nos dirigimos según usted?

Hacia un modelo institucionalizado de externalización, una economía política de las migraciones asumida, y hacia una proliferación de zonas de amortiguación. Estamos entrando en una lógica donde la migración es una herramienta diplomática, incluso un instrumento de presión geopolítica. Lo hemos visto con Turquía frente a Europa, y lo vemos con Marruecos y España, Túnez e Italia, y Libia a pesar de su inestabilidad.

Los Estados que actúan como intermediarios se convierten en actores clave. Negocian, comercian, rechazan o cooperan. No es casualidad que la Unión Africana haya instalado su Observatorio de la Migración en Rabat. Marruecos no es un caso aislado, sino un ejemplo emblemático de estas transformaciones globales.

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